lunes, 21 de mayo de 2012

Salvaje


<< ¿Qué música escuchás? >> Le preguntó una chica con intenciones lujuriosas durante su estadía en la ciudad. 
            Su música siempre había sido la del viento, la de la tierra, las olas y todos los que, sin intención de lograrlo, creaban melodías armoniosas al ritmo de la libertad del páramo. Simplemente respondió <<Un poco de rock>>.
            Esa mañana su despertador fue el sol y con el sol, casi de la mano, llegaron las aves a cantarle canciones para despabilarlo. Su instinto lo llevó al río, apoyó su oreja sobre la tierra húmeda y dejó que el ronroneo de las aguas tranquilas lo integraran al entorno.
            << ¿Estás por tomar la comunión y no lo hacés por la plata de las estampitas? Estás re pirado >> Le dijo un niño que él creyó su amigo durante mucho tiempo.
            Pero claro, ¡Qué sabio ese niño! Si el placer de creer, confiar, alabar a una fuerza mayor no se haya arrodillado frente a una cruz, no se logra repitiendo oraciones culposas. Es la tierra, y el cielo, y el mar los que nos aplacan con su inmensidad y nos hacen sentir bien siendo diminutos cuando miramos el firmamento nocturno entre las montañas. Ese niño lo hizo llorar.
            Cuando por fin sintió que el sonido del río era la energía que le acompasaba los latidos del corazón decidió arrodillarse. Enterró sus dedos en el barro y percibió el dolor de las piedras raspándole los dedos como un placer de conexión con la tierra; su más grande gurú, su guía espiritual y su único dios. El vientre materno de su raza, de todas las razas.
            << Lichtenstein nació en los estados unidos el 27 de octubre de 1923. Su obra se caracteriza por…>> y así sus profesores le enseñaron sobre arte.
            ¡Qué locura! ¡Qué ironía! Pensar que el arte tiene fechas, nombres y lugares. ¿Por qué este cuadro es más que este otro? Porque lo firma Lichtenstein, claro. El verdadero arte se escondía de los ojos humanos en el concepto de representar, perdiéndose así, la expresión de lo contemplado con los ojos y el alma, o con los ojos del alma. Por eso le aburría tanto la anticuada escuela.
            Terminó de ponerse de pie y miró hacia arriba, el cielo no era cielo, su techo eran las copas de los árboles que lo llenaban de una luz verdosa muy confortante. Dio algunos pasos, quizá dos, quizá cien, sin bajar la vista. De repente llegó a un claro donde la luz del sol lo bañó de color; las flores, la madera y el cielo eran el arte que él quería apreciar.
            <<Disculpame, ¿tenés hora?>> Le dijo un tipo desconocido que caminaba por una calle desconocida.
            No se puede medir el tiempo cuando el reloj de pulsera no existe y cuando nuestro despertador son las aves. ¿Para qué medir el tiempo? ¿No era más divertido vivirlo? Si al fin y al cabo el tiempo era el titán que nos devoraba hasta hacernos desaparecer; Era el factor… ES el factor que nos desgasta, arruga y deshace en la tierra. << Tres menos cinco >> masculló.
            Quizá fueron segundos, tal vez días, pero lo cierto es que admirar el paisaje lo entretuvo durante un tiempo, cada tanto avanzaba unos cuantos pasos más pero terminaba haciendo paradas para contemplar su alrededor casi todo el tiempo. Él no sabe cuánto tiempo caminó ni cuánta distancia recorrió, simplemente lo vivió.
            <<¿Dónde vivís?>>  indagó otro desconocido cuando él ya estaba perdido.
            Vivir. Lo mejor era vivir, no importaba dónde, no importaba qué tan alta era la torre de Babel si, de todas maneras, en algún momento se iba a derrumbar. No respondió.
            De repente vio una imagen que lo aterró, lo hizo temblar; con el follaje enmarcándole el paisaje contempló a lo lejos unos edificios altos perderse entre las nubes, perderse entre el celeste del cielo. Cerca de sus bases había muchos árboles bajitos, pero eran árboles podados, moldeados, cuartados. Y en las bases de estos había criaturas sentadas, paradas, caminando, corriendo, saltando. Las criaturas tenían formas muy variadas pero, en general, coincidían en la cantidad de ramas… brazos, raíces… piernas y copas… cabezas. Él apartó la vista y miró hacia abajo, se encontró con dos pies descalzos, con rodillas sucias y con manos ennegrecidas, ahí fue cuando recordó un poco; él también era una de esas criaturas, pero él era distinto, él no vestía ropas si no tenía frío, él no medía su tiempo ni se interesaba por saber dónde vivir. Él no rezaba en bancos incómodos de madera, ni escuchaba la música de las radios, él vivía distinto y por eso era distinto. Él vivía más, o vivía menos, no sé, pero vivía y no medía el tiempo, este lo corroía sin avisarle, era inmortal con la simple inacción de no esperar a la muerte. Así vivía, viviendo vivía. 

                                                                                                                        
  
            Vale aclarar, si es que alguien llegó a leer hasta acá, que mis dedos se siguieron moviendo para escribir gracias a un par de temitas de Eddie Vedder. 






           Por otro lado, el disparador de todo esto fue una muy linda foto de un gran colega y compañero. 
Con su permiso, acá se las dejo:

PH: Francisco Nishimoto

...Y yo ligué una versión impresa
 y firmada de la foto :)


Julian Spandrio

Carlos Varela, los sueños y el reloj de arena.

Carlos


             Carlos camina por la playa, su cuerpo siente la espuma del mar caribeño y la arena húmeda colándosele por los dedos, la brisa es cálida y el sol agradable pero su mente no viaja con él, los ojos de su alma miran su propio vacío y lloran de angustia. Ese día había sido muy malo para él, sumado al hambre y al ardor de las rodillas raspadas que lo azotaron durante toda su corta existencia hoy había encontrado algo que a cualquiera hubiese lastimado: La decepción.
            En su caminar llevaba los brazos caídos y en la mano derecha tenía enroscado el rosario que había sido de su madre hasta hace unas horas. El crucifijo rasgaba la perfección de la arena y dejaba una diminuta línea que simbólicamente lo dividía a él del resto del mundo, porque en la playa había algo de gente, pero él estaba solo.
            Los dedos del pié le dolían un poco, pero no iba a dejar de caminar porque no había encontrado lo que estaba buscando. La búsqueda hubiese sido más fácil si él hubiese sabido lo que buscaba, pero como estaba acostumbrado al vacío y al “sin razón” simplemente continuaba avanzando. De repente sus ojos divisaron un lugarcito acogedor entre unos árboles, se acercó y buscó reparo en esa sombra verdosa, se sentó en una piedra que le resultó muy cómoda y se puso a contemplar el mar con el mentón apoyado en las rodillas. Ese era el lugar perfecto para enterrar el rosario. Luego de haber acabado se quedó unos minutos vertiendo arena seca sobre la ya removida usando sus dedos como tamiz, quizá porque así pasaba el tiempo y se distraía. Realmente no quería continuar enterrando las otras cosas que debía enterrar. De repente apretó un puñado y comenzó a bañarlo, involuntariamente, de lágrimas.
            No lloraba por la muerte, no lloraba por su pérdida, no era realmente eso lo que le estaba calando el pecho. De todas maneras, ya había llorado lo suficiente por la enfermedad de su madre y la había perdido mucho tiempo antes de su fallecimiento. Lo que le hería en la boca del estomago era la misma decepción.
            Sabía muy poco sobre ciencia, política o religión, pero después de hoy, ya no le creía a ninguna de las tres bestias. Entendía poco de política, pero le bastaba saber que ella no hizo nada por su madre, o por la de muchos más,  ni tampoco hizo nada por su pobreza, o por la de muchos más. Ignoraba totalmente los conceptos científicos, pero le alcanzaba con entender que ni la mejor medicina pudo salvar a sus seres queridos. Por último, había estudiado y practicado la religión católica desde pequeño, pero ni sus rezos más profundos habían curado sus dolores o llenado sus vacíos.
            Cuando no hubo más lágrimas que expulsar cayó rendido en el suelo y durmió. Lo despertó la risa de algunas personas a su derecha. Cuando abrió los ojos y los contempló, se encontró con un grupo de ancianos que se mofaban de su somnolencia, ellos habían interrumpido su sueño y lo habían traído de vuelta a la cruda realidad, pero no podía decirles nada, eran mayores a él y debía guardarles un hipócrita respeto, a pesar de los gritos que querían salir por su boca, se limitó a mirarlos lastimosamente para luego posar su mirada en el brillo del mar.
            Los días pasaron y Carlos regresaba todos los días a esa piedra, pasaba por lo menos cinco o seis horas mirando las olas, pensando y acariciando la arena con la yema de sus dedos. En ese lugar había encontrado la herramienta para llenar su vacío, su soledad. Pero esto no era más que un sueño, un sueño que esperaba algún día cumplir.
            Así su barba creció, esperando el momento en el cual su sueño se hiciera realidad. No deseaba más estar solo, pero ninguna relación le era suficiente, necesitaba a alguien tan vacío como él para realmente confiarle su ahuecada alma. Dejó de lado amigos, pretendientes y compañeros de trabajo por su playa, nadie lo entendía y terminó quedándose más solo que antes.
            A él no le molestaba esperar, no le tenía miedo a esperar como tantas otras personas que había conocido. Sabía que había más soñadores en este mundo y su sueño era encontrar a uno de esos. <<Si al fin y al cabo “el que espera desespera”, “soñar no cuesta nada” y “para salir a flote hay que primero tocar fondo”>> solía decir.
            Una noche llevó a alguien a su refugio, era una mujer que había conocido en una fiesta, ambos habían tomado bastante y trastabillaban con la arena. Él vio en ella algo especial, sintió que era la indicada para expresarse sinceramente, pensó que en ella estaba el resto de su vida. Entre besos apasionados comenzó a desvestirla, pero se detuvo al ver su cuello, colgaba de él un rosario que se perdía en su cuerpo. Instintivamente se lo arrancó y lo arrojó lejos en dirección al agua, luego se  sentó en su piedra y no despegó sus ojos vertientes de lágrimas del oscuro oleaje. Ella huyó y no se volvieron a ver.
            El tiempo siguió pasando, su sueño siguió creciendo. Cada vez podía dedicarle menos tiempo a estar allí sentado y cada día su indignación hacia las tres bestias crecía más y más. El tiempo le blanqueó la frondosa barba y le platinó la cabeza.
            Un día caminaba hacia su lugar en el mundo, con la arena húmeda colándosele por los dedos y la brisa cálida del Caribe golpeándole en la cara cuando, al acercarse a dicho lugar, vio a un grupo de ancianos riéndose señalando a un joven que, acostado al lado de su piedra, dormía con los ojos hinchados del llanto.
            Los hombres que se mofaban del durmiente le trajeron a la cabeza muy malos recuerdos, le hacían sentir igual que el día de la muerte de su madre, pero esta vez esos viejos no eran lo suficientemente viejos como para superarlo, él llevaba más años encima, por lo tanto no debía guardarles ningún tipo de respeto. Así fue cómo juntó valor y los enfrentó, los señores no reaccionaron del todo bien y no se compadecieron del demacrado Carlos, lo golpearon hasta luego de haber caído al piso y luego simplemente se marcharon con aire de ganadores. 
            El joven despertó y al ver a un anciano extremadamente flaco doblado sobre su cuerpo en la arena corrió a su ayuda, lo ayudó a caminar hasta los árboles y lo sentó en el suelo. Le dio un poco de agua que tenía en una mochila y le preguntó cómo se sentía.
            Carlos no quiso contarle lo que había hecho, no por la vergüenza de la derrota, ese tipo de cosas no le importaban hace tiempo, si no porque recordó lo mucho que había incrementado su decepción y su vacío el despertarse y encontrar a un montón de hombres mayores riéndose de un soñador y quiso evitarle al joven el desesperante sentimiento.
            Simplemente le habló sobre una pandilla de adolescentes maleducados con ganas de golpear y evadió el tema al instante. No se sentía tan dolorido como antes así que se reincorporó y llevó al joven hasta su piedra, se sentó en ella y comenzó a contarle un poco de la historia que había vivido allí.
            Al joven le brillaban los ojos, sentía que ese señor era él mismo unos años mayor, compartió algunas de sus penas con Carlos y rieron de algunas anécdotas en común.
            Carlos remontó su historia hasta el día en el que conoció su refugio y le contó al chico sobre los restos de un Rosario que deberían estar enterrados muy profundo en la arena, hizo ademán a sus pensamientos sobre el sistema político, sobre la incompetencia científica y sobre la manipulación religiosa que había descubierto con la madurez.
            El joven parecía tener cien historias que contar por cada pensamiento del viejo. Intercambiaron risas, ideas e historias hasta que la noche les entró por los ojos y no pudieron seguirse viendo, en ese momento se quedaron simplemente contemplando el cielo estrellado en silencio. Pero el silencio no era un silencio solitario, era un silencio apacible y relajado que se encontraba surcado por respiraciones tranquilas y con sentimientos de satisfacción y realización personal.
            La mañana se hizo notar, pero solo para uno de ellos amaneció. El joven, aún con lagañas en los ojos, se quedó contemplando el cuerpo inmóvil de un hombre al que se le había olvidado quizá respirar o latir de la emoción. De todas maneras, él sabía que ese hombre, su amigo, había dejado este mundo con una soledad saciada y un sueño cumplido, un sueño que de tanto soñar se volvió una realidad eterna tan perfecta de la cual no era placentero despertar.   


Julian Spandrio

jueves, 15 de septiembre de 2011

Diary of the dead


                Les parecerá raro (por no decir pelotudo) que una persona se ponga a analizar películas de zombies, quizá si sea algo pelotudo, pero si hubo alguien que alguna vez pensó en poner cosas en su película fue precisamente para que las personas lo analicen, lo piensen o aunque sea lo perciban.

                Llegando a la mitad de la película hay una escena en la cual dos personajes discuten. Ellos son novios, ella se preocupa porque él no deja de filmar todo lo que ocurre y pone ante todo su trabajo de documentalista. En la charla él alega que lo que hace es darle verdad a la gente, mostrar todas las cosas tal cual son y no manipular la realidad.

Esto me hizo replantear un par de cosas que aprendí viendo una colección de documentales llamada “Zeitgeist”: <<DEBEMOS PROTEGER SIEMPRE INTERNET PORQUE AHORA ES NUESTRA VERDADERA SALVACIÓN>> decía una voz en la película, y si realmente quieren ver puesta en práctica la frase deberían ver la de Romero que cito en el título.

                Como en las mejores películas de ciencia ficción, es necesario hiperbolizar la historia para dejar en claro que hoy en día no disponemos de ningún proveedor de información que antes no haya sido “modificada”, “controlada” o  “testeada” porque al fin y al cabo, uno cuando prende el televisor y se pone a ver el noticiero, cualquiera sea su ideología política, no está más que recibiendo un conjunto de noticias que determinadas personas editaron, cortaron, re-guionaron, cortaron, pegaron y un conjunto de etc. que solo tiene como propósito Doblepensar y manipular.

                ¿Está todo perdido? No, todavía es posible informarse sanamente pero eso no quita que las cosas se hayan complicado. En mi opinión la solución a todo esto está básicamente en dos cosas: Primero no quedarse con un único punto de vista, leer varios autores es importante para poder armar una idea original y personal sobre lo que sucede. Y segundo, y creo que es lo más importante, internet es el mejor transportador de conocimiento. Los informantes independientes son los guardianes de la realidad sin manipular, lo difícil de todo esto es que la información en internet no es más que “materia prima”, material en bruto que la gente debe recolectar y trabajar con ello en sus  mentes.

                Para dar cierre agrego que, por suerte, cualquier persona puede ser uno de estos informantes independientes, porque noticias, historias y experiencias hay por todos lados y las ideas y pensamientos son inagotables. Para aportar algo a este universo de inteligencia colectiva solo hay que filmar o fotografiar lo que se ve, escribir, pintar o cantar lo que se piensa y lo que se sabe y simplemente PUBLICAR, aunque parezca no haber receptores. 

Julian Spandrio
                

Inseguridad


La palabra inseguridad es el simétrico opuesta a seguridad, eso lo comprendemos todos, pero ¿qué es la seguridad?
                Para empezar dividamos el concepto en dos: Que algo sea seguro y que algo esté seguro. El hecho de Ser seguro, o de que algo lo sea, implica que cualquier tipo de resultado que desencadene ese algo no incluya una consecuencia negativa. Estar seguro de algo es no dudar al momento de actuar, es tomar las decisiones con precisión y trazar las líneas sin titubeos. También es estar dispuesto a soportar las consecuencias de estos actos realizados con convicción y ser capaz de no arrepentirse de haber tomado un camino equivocado.

                Sobre las personas
                Dicho todo esto aparenta fácil ser una persona segura, pero cuando nos toca pasar estos conceptos de la mente a la vida real muy poco son capaces de pensar en frío y actuar estando seguro.
                Toda mi vida pensé que yo era una persona insegura, pero la realidad es que no existen personas seguras, porque nadie queda exento de que las cosas que haga y las decisiones que tome tengan un sinfín de resoluciones negativas. Entonces, si nadie es seguro y todos son inseguros, la diferencia radica en la cantidad en la que una persona está o no está segura a la hora de actuar.
De esta manera, me defino como una persona que la mayoría del tiempo está insegura al momento de tomar decisiones.
               
Sobre las cosas
Durante un período largo de tiempo me convencí a mi mismo de que determinadas cosas eran seguras, quizá la objetividad mostraba otra cosa, pero para poder darme la confianza necesaria para Estar seguro dibujé una realidad que lejos estaba de ser verdad. De esta manera mi cabeza pensaba que estaba actuando con seguridad pero al momento de “soportar las consecuencias” y “no arrepentirse” fallé totalmente y el efecto que provocó fue una invasión de vacío.

Sobre todo
 ¿Tanto tiempo caminé convencido de que por estar “seguro” los resultados no iban a ser malos?”; Claramente no distinguía entre lo que significa Ser seguro y Estar seguro, por lo tanto, para sentir que las cosas eran seguras ponía todo el tiempo en desafío los resultados de esa seguridad falsa, hasta que la vida (el destino, en realidad) hizo que lo que realmente era inseguridad se me presente frente a los ojos junto con todo el conjunto de razonamientos de este texto. Para que pueda así darme cuenta de una realidad, más cruel que la mentira dibujada que me había creado, pero al fin y al cabo una verdad que engaña con ser segura, una realidad. 


Julian Spandrio.

La vuelta al mundo

"No me regalen más libros porque no los leo"
Suena pesado, suena inculto y hasta de mentalidad ahuecada pero poniéndome a analizar la frase, no sé si es un pensamiento tan malo como parece al leerla por primera vez.

¿Qué libro le podemos pedir a una sociedad como la de hoy en día? ¿Harry Potter? ¿Crepúsculo? Si no leerse todas las sagas “de moda” de escritores que poco le aportan a la cultura es algo malo, entonces vayan poniéndome en la lista de los que se van a ir al infierno.

A lo que más o menos apunto al escribir esto es a expresar que SOMOS una sociedad que llena su vida de este tipo de productos que lo único que hacen es ocupar espacio. No vería mal que alguien integre en su mente este tipo de CREACIONES por curiosidad o hasta por gusto, pero el problema viene al momento de intentar que estas personas consuman cosas más nutritivas para la cabeza. Pareciera que les brota una alergia en la cara y hacen muecas de asco al presentarles un ejemplar de libro impreso hace 20 años. De todas maneras no nos estanquemos en los libros, que hoy en día muchos repelen, porque el concepto se aplica perfectamente a películas, música y programas de televisión.

Ejemplificando: Si lográs que una persona de esas que son 100% PRODUCIDAS POR EL SISTEMA deje a Rowling por Orwell, deje a “Rápido y furioso” por una película europea o deje la cumbia para escuchar a Gieco te merecés el cielo, porque hacer que alguien quite sus ojos del conjunto de cosas superfluas que creó el sistema para que realmente abra los ojos y vea REALIDAD es una de las cosas más difíciles de lograr.

Al fin y al cabo, autores, directores y músicos terminan sus días pobres por solo producir cosas de calidad y no caer en lo que el público disfruta al momento de sentarse y consumir una películalibrocanción que seguramente lo único que va a hacer es tratarte de tonto llenando tu tiempo cosas que realmente no importan porque ni siquiera son verdaderas.


NOTA: No quiero, al escribir esto, atacar a las personas a las que les gusten ese tipo de cosas, y aclaro que usé HP o CRÉPUSCULO como ejemplo porque son representativos de un movimiento “artístico” actual. Si en el texto nombré otros productos masivos es para seguir ejemplificando sobre estas creaciones modernas, no tengo otra intención.

Julian Spandrio


jueves, 3 de febrero de 2011

Pensando en chino.

Charla vía Msn: 
Amigo cuya primer letra del nombre es la M:...Algunos chinos son maleducados, les digo “Hola” y ni se mosquean.
Julian (Yo): Mis chinos no.
M: Donde voy yo a veces son así, menos la chinita, es simpática, es re pop.
J: (Risa) Mis chinos se multiplican re rápido, y no se de dónde salen, porque aparecen de la nada. No es que nacen.
M. (Risas) O.o
J: ¡Pará! Me malinterpretaste, osea: Vienen grandes, no aparecen bebés.
M: (Risas) (Con ironía) ¿De china vendrán?
J: Lo más probable, pero se vienen de a poco. Algún día me gustaría preguntarles, pero cuando los veo me inhibo.
M: Siento que van a nominar el mundo.
J: ¿Nominar?¿Cómo en Gran Hermano?
M: ¡Siiii! Nos van a decir: "Argentinos, están nominados para abandonar el mundo" y nos mandan por el retrete.
M: Prefiero los japoneses, son más civilizados.
J: No se, yo los quiero, pero a los de antes. los de ahora se olvidaron de sus raíces... El jefe de familia de mis chinos tiene, todo el tiempo, cerveza en la tetera.
M: (Risas) Son chinos cochinos.
J: Pobres chinos, me acabo de poner a pensar y me doy cuenta de que sienten cosas también. Debe ser difícil venirte acá por un futuro y que los vean como los vemos. Vos pensá: Deben tener una vida difícil, ya de por si, ser de un lugar tan distinto al nuestro. Sumale los problemas familiares y los dramas que deben tener. ¿Te imaginás lo que debe sufrir una lesbiana china acá? ¿o un amputado coreano?
M: Nooo, no pienses eso porque mira: cuando ellos están hablando así "Ai qiki ditiki tui dou" deben estar diciendo "estos argentinos forros"
J: Tienen todo el derecho, los tratamos mal, los tratamos como inferiores.Como si fueran esclavos condenados al supermercado.
M: No se, ellos son asquerosos. No asquerosos de sucios (igual un poquito son)
J: ¬¬ Discriminador... Sin ellos no habría té en el mundo.


Moraleja: Todo cambia cuando hay té de por medio.


Julian Spandrio

miércoles, 5 de enero de 2011

Una mano que se extienda.

Una buena tarde de Diciembre, esperaba el colectivo que me llevaría hacia la universidad en donde cursaba. Luego de unos minutos, el transporte que dicha línea no quiero nombrar, se ve a lo lejos acercarse hacia la parada del mismo. A medida que se acercaba, veía que el colectivo traía mucha gente. Se podía ya apreciar que todos los asientos estaban ocupados, y hasta había personas viajando parada.
       Le hago seña al colectivo, llega, subo, saludo cordialmente al colectivero y le indico mi lugar de destino. Ingreso las monedas a la máquina, saco mi boleto, tomo el vuelto y me volteo para dirigirme hacia la parte del medio del colectivo, ya que como mencioné antes no había asientos disponibles y ese sector es en el que más cómoda viajo. Esta línea de micros cuenta con un espacio sin asientos, para que los discapacitados puedan aprovecharla; especialmente gente que utiliza sillas de ruedas. Allí, hay cinturones de seguridad para que el discapacitado lo ajuste y no corra riesgos de lastimarse.
       Para mi sorpresa, la parte reservada para discapacitados estaba ocupada por gente sin discapacidad alguna. Esto es común cuando el espacio para acomodarse en el colectivo escasea. Pero no era eso lo que realmente me asombraba y a la vez decepcionaba, sino que había un hombre en silla de ruedas ubicado en el medio del colectivo, y la persona que lo acompañaba tenía que ingeniárselas para sostenerse a ella misma y a la silla de ruedas y no caerse cada vez que el colectivo frenaba y aceleraba. Ninguna de las personas que ocupaban el sector de discapacitados fue capaz de cederle el lugar a este hombre. Sus derechos no estaban siendo respetados, ni por aquellas personas, ni por el conductor, ni por él mismo.


       Uno piensa que desde su lugar nunca puede arreglar nada, yo no me animé tampoco a hacer algo por él y es algo que hasta el día de hoy me carcome en la conciencia. Por eso decido escribirlo, para de alguna forma canalizar esa bronca, esa culpa. Sé que no es la solución, pero es hacer ALGO. Cuando se trata de ayudar al otro LA MAYORÍA DE LA GENTE se queda dormida, mira para otro lado, la ignora. Pero uno nunca sabe cuando la moneda puede darse vuelta, y uno necesitar esa ayuda, esa mano que se extienda.

Escrito por: Daniela Spinelli.