miércoles, 5 de enero de 2011

Una mano que se extienda.

Una buena tarde de Diciembre, esperaba el colectivo que me llevaría hacia la universidad en donde cursaba. Luego de unos minutos, el transporte que dicha línea no quiero nombrar, se ve a lo lejos acercarse hacia la parada del mismo. A medida que se acercaba, veía que el colectivo traía mucha gente. Se podía ya apreciar que todos los asientos estaban ocupados, y hasta había personas viajando parada.
       Le hago seña al colectivo, llega, subo, saludo cordialmente al colectivero y le indico mi lugar de destino. Ingreso las monedas a la máquina, saco mi boleto, tomo el vuelto y me volteo para dirigirme hacia la parte del medio del colectivo, ya que como mencioné antes no había asientos disponibles y ese sector es en el que más cómoda viajo. Esta línea de micros cuenta con un espacio sin asientos, para que los discapacitados puedan aprovecharla; especialmente gente que utiliza sillas de ruedas. Allí, hay cinturones de seguridad para que el discapacitado lo ajuste y no corra riesgos de lastimarse.
       Para mi sorpresa, la parte reservada para discapacitados estaba ocupada por gente sin discapacidad alguna. Esto es común cuando el espacio para acomodarse en el colectivo escasea. Pero no era eso lo que realmente me asombraba y a la vez decepcionaba, sino que había un hombre en silla de ruedas ubicado en el medio del colectivo, y la persona que lo acompañaba tenía que ingeniárselas para sostenerse a ella misma y a la silla de ruedas y no caerse cada vez que el colectivo frenaba y aceleraba. Ninguna de las personas que ocupaban el sector de discapacitados fue capaz de cederle el lugar a este hombre. Sus derechos no estaban siendo respetados, ni por aquellas personas, ni por el conductor, ni por él mismo.


       Uno piensa que desde su lugar nunca puede arreglar nada, yo no me animé tampoco a hacer algo por él y es algo que hasta el día de hoy me carcome en la conciencia. Por eso decido escribirlo, para de alguna forma canalizar esa bronca, esa culpa. Sé que no es la solución, pero es hacer ALGO. Cuando se trata de ayudar al otro LA MAYORÍA DE LA GENTE se queda dormida, mira para otro lado, la ignora. Pero uno nunca sabe cuando la moneda puede darse vuelta, y uno necesitar esa ayuda, esa mano que se extienda.

Escrito por: Daniela Spinelli.

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